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No son buenos tiempos para las abejas. El abuso de pesticidas, el intensivo uso del suelo por la agricultura moderna, la llegada de nuevas enfermedades y las alteraciones del cambio climático no están sentando bien a estos himenópteros polinizadores fabricantes de miel y cera. En amplias áreas, como Estados Unidos, por ejemplo, la tasa se mortalidad de las colmenas comerciales ha superado el 60% en la última campaña, entre los pasados meses de junio y febrero.
En la Región de Murcia hace un lustro se estimó que cada año mueren alrededor de 700 millones de abejas a causa de las fumigaciones agrícolas con pesticidas, según la Asociación de Apicultores, lo que equivale a una mortandad de entre el 15 y el 20% de la población total. Ante tamaña debacle se ha puesto en marcha la denominada 'Red global del millón de colmenas', a la que sus artífices califican de «la mayor iniciativa científica dedicada a abordar el descenso en la población de abejas».
Sus desarrolladores son los responsables de la compañía californiana Beehero, un gigante mundial de servicios de polinización que se ha propuesta crear para el año 2030 «la base de datos más extensa jamás recopilada sobre el comportamiento de las abejas».
Esta herramienta «permitirá a gobiernos, investigadores y actores clave de todo el mundo monitorear la salud de los polinizadores, impulsar soluciones innovadoras y fomentar políticas educativas que promuevan un cambio duradero en el bienestar de las abejas, la seguridad alimentaria y la sostenibilidad agrícola».
En la Región de Murcia, estas mejoras podrán incidir directamente en las cerca de 110.000 colmenas que ahora se explotan, y de las que no solo se extrae cera y miel, sino que suponen un factor fundamental para la buena marcha de numerosos cultivos, a los que permite dar frutos.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), alrededor del 75% de los cultivos alimentarios dependen de los polinizadores, entre los que destacan las abejas. La FAO apunta a «una creciente preocupación a medida que los polinizadores y los servicios de polinización están disminuyendo». La seguridad alimentaria mundial, la biodiversidad y la sostenibilidad de la agricultura en su conjunto están amenazadas por un fenómeno que la iniciativa pretende ayudar a revertir mediante una avalancha de datos que permitan «completar y potenciar los esfuerzos de numerosas iniciativas ya existentes para promover la salud de las abejas».
Se trata de proporcionar «un alcance y profundidad de datos científicos sin precedentes», en de un proyecto basado sobre «tres pilares fundamentales para abordar las amenazas más urgentes a las poblaciones de abejas».
El primero de esos pilares en los que se sostiene la 'Red global del millón de colmenas' es la monitorización de tan enorme cantidad de apiarios, básicamente en países de alto riesgo y regiones agrícolas principales.
De este modo se podrán obtener diferentes datos sobre la salud y el comportamiento de estos insectos básicos para el campo en diferentes regiones y en torno a distintos tipos de cultivos, «para lograr una comprensión holística de los patrones de colmenas, incluyendo la propagación de enfermedades».
El segundo pilar, derivado del anterior, se sustenta en el compromiso de «crear el conjunto de datos más grande y completo sobre la salud de las abejas, con el objetivo de pasar de los 25 millones de puntos de datos que actualmente se recogen cada día a [una tasa de] 100 millones por día».
De este modo será posible rastrear infestaciones de ácaros, patrones de enfermedades y correlaciones entre la calidad de la polinización y la predicción del rendimiento de cultivos.
Finalmente, el proyecto de Beehero pretende alianzas con gobiernos, organizaciones no gubernamentales y organismos agrícolas para impulsar políticas de polinización basadas en la ciencia, «fomentar investigaciones y promover regulaciones que favorezcan prácticas agrícolas respetuosas con la biodiversidad».
En palabras del consejero y cofundador de la firma californiana Omer Davidi, la tecnología que emplean «pone ojos dentro de las colmenas que permiten a los apicultores detectar y mitigar problemas a tiempo». A su entender, «con las actuales tasas de pérdida de colmenas y escasez de colonias, los efectos secundarios son demasiado profundos como para ignorarlos, afectando a apicultores, productores agrícolas y a toda la economía mundial».
En el caso de la Región de Murcia, dejando a un lado el papel clave en la polinización de cultivos de las abejas, esta actividad produce al año más de mil toneladas de miel, lo que la convierte en una de las provincias más activas en este sector, de acuerdo con los últimos datos disponibles, correspondientes al ejercicio 2023.
La tecnología empleada por la firma estadounidense Beehero para monitorizar la salud de las abejas, su actividad y las condiciones del entorno que las rodea se basa en sensores que recopilan multitud de datos mediante el denominado internet de las cosas, que alude a su conexión a través de internet para poder intercambiar datos entre sí. Y también se sirve de un potente análisis impulsado por inteligencia artificial. De este modo, explican sus creadores, se obtiene «información accionable sobre el estado de las colonias, eficiencia de la polinización, factores de estrés y otros indicadores», con los que se permite «a apicultores y agricultores mejorar el bienestar de las abejas y aumentar la cantidad y calidad de las cosechas». La prestigiosa revista estadounidense Time llegó a seleccionar la plataforma de monitoreo de abejas de esta compañía como uno de las cien mejores inventos de 2024.
Muy cerca de la Región de Murcia, a apenas medio centenar de kilómetros del término de Yecla, se encuentra la primera evidencia que existe en todo el planeta de la actividad de recolección de miel. En la localidad valenciana de Bicorp, en la curiosamente conocidas como Cuevas de la Araña, aunque quizá debería denominarse de las abejas, alguien plasmó hace entre 8.000 y 11.000 años en una pared el dibujo de una figura humana sirviéndose de unas lianas para alcanzar una colmena, mientras una serie de abejas revolotean alrededor. La imagen, Patrimonio de la Humanidad desde 1998 junto a otras de la misma época en la zona, evidencia que el producto de estos polinizadores ya era muy apreciado hace al menos 80 siglos, hasta el punto de que, para hacerse con él, merecía la pena arriesgarse a una caída fatal, además de las consabidas picaduras. Ahora, los elaborados de las abejas, que también incluyen la cera, también resultan claves para la agricultura. La FAO calcula que la polinización aporta un valor económico a la agricultura que multiplica por 20 el valor económico extraído de las colmenas.
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